De Guindos

NO PARECE el apellido más oportuno para un rector de Hacienda o de Economía, a estas horas. Sin embargo, él lo justifica, ad absurdum, señalando que a peor no podemos ir: un relativo optimismo. Así lo expone a los periodistas: «España no tiene ni va a tener problemas de solvencia y liquidez si hace las reformas anunciadas y si llevamos a cabo nuestro plan de ajuste, no se necesitará un plan de rescate». Verdaderamente sí: De Guindos es el apellido más oportuno. Y es que no hay nada como ponerse en lo peor para que los resultados confirmen lo previsible. Es curioso cuánto se va aprendiendo a medida que se ejerce un cargo de importancia: sobre todo si es económico. Cierto encogimiento de hombros, cierta mirada al lejos, cierto fruncido de cejas y todo está previsto, y, por tanto, malo o bueno, todo está resuelto. Europa va como un mal disparo al blanco (enferma, también se apunta al negro). Al Dúo dinámico es difícil de superar en torpeza, lentitud, opiniones por minuto y dejadez total. Supongo que, ni queriendo con todas sus fuerzas, pueda hacerse peor. Quizá es por eso por lo que De Guindos puede causar una impresión benévola. Y humilde. Y casi optimista. Llega un momento en que no se puede salir uno del camino, porque ya no hay camino.